Quedan pocos recuerdos de la infancia del grabador José Guadalupe Posada en Aguascalientes, su tierra natal; ahí están todavía su vieja casa de la calle de Sayula. En esa calle, del antiguo barrio de San Marcos, nació José Guadalupe Posada, el 2 de febrero de 1852. Se sabe que asistía a la escuela del barrio a aprender lo más elemental, donde su hermano mayor Cirilo, que era preceptor de primeras letras, ya vislumbraba la habilidad de Guadalupe para el dibujo. En sus andanzas de niño, nada pasaba inadvertido, allí está el templo de San Marcos, con su Adoración de los Reyes de Alcibar, tal como él lo vio, allí está el jardín, con su tupida y misteriosa vegetación y su balaustrada de cantera rosa, tan fresco como en el siglo de Posada, y su calle de Sayula, por donde pasaban los cortejos fúnebres, a pie, lentamente, con los difuntos envueltos en una simple sabana o en un petate, rumbo al viejo y descuidado panteón de San Marcos, donde podía ver los restos descarnados de sus habitantes a flor de tierra. En los sesenta entra a trabajar como aprendiz en el taller de J. Trinidad Pedroza, seguramente ya realizaba trabajos comerciales para algunas empresas locales. Es a principios de los setenta, cuando realiza las que se consideran sus primicias litográficas para el periódico de oposición EL Jicote, allí aparecen sus primeras obras de tinte político, de las cuales se imprimieron tan solo once números. Luego fue el viaje a la ciudad de León en 1871, acompañando a su maestro J. Trinidad Pedroza, donde viviría con su madre doña Petra y su hermano Ciriaco, y donde se convierte en propietario del taller, cuando su maestro Pedroza, decide regresar a Aguascalientes. En la ciudad de León Posada volcaría todo su arte en imágenes religiosas y anuncios comerciales, hasta un día de julio de 1888, cuando la población se estremeció con una gran marejada, la ciudad de León se estaba inundando, el agua arraso con muchas viviendas, es cuando Posada decide cambiar su residencia a la ciudad de México. Aquí desarrollaría su etapa más productiva, pero también donde resulto ser más ciudadano de cantinas y pulquerías de lo que se pensaba; se instalaba frente a la mesa de trabajo con las copas de rigor, mientras caía sobre el metal, dando vida a los más diversos personajes. En una de esas mañanas de enero del México de principios de 1913, en una vecindad de la calle de La Paz, en el popular barrio de Tepito, hay agitación, algunos vecinos muestran preocupación, José Guadalupe Posada, el grabador de Aguascalientes, se muere. Si era la muerte que había llegado, Guadalupe Posada ya la esperaba, sabía que venía por él, recibió a la misteriosa visitante con la propia actitud con que había vivido, Iba a cumplir 61 años y sin que nadie se diera cuenta, se fue de este mundo. Salud maestro Posada, adiós gran grabador, ahora viajas en la noche, al fin gozas de la sombra y de la paz, como siempre, bien acompañado de misteriosa dama.